Aclarando los tantos con el Sr. Oz

    A continuación va un link a la ”cartita” que me mandó el “informador público” Fernando Ortega Zabala (a) Fernando Oz, sumamente enojado conmigo porque Graciela Ledo lo acusó –en la presentación de mi libro- de haber actuado ante ella como mensajero del genocida Milani. Como no podría ser de otra manera, va también mi respuesta en forma consecutiva, para que el lector saque sus propias conclusiones. 


 http://bonasso-loquenodije.blogspot.com.ar/2015/05/cartita-de-fernando-oz.html


Acá está mi respuesta:

    Como otros enojados por mis revelaciones, a falta de argumentos, Oz recurre a insultos muy baratos: “una estúpida maniobra política, un recurso marketinero para la venta de un libro o simplemente un desliz propio de tu edad”. Es curiosa la apelación a mi edad que han hecho (reiteradamente) tanto periodistas vinculados a los servicios, como militontos-K. O les da rabia que haya sobrevivido a la masacre de la dictadura o tienen un problema generacional con la gente del 70, o simplemente participan del culto de la efebocracia, que es uno de los signos salientes del posmodernismo más decadente y acaba, indefectiblemente, en Puerto Madero.


    No te preocupes por mi presunta chochera Oz: los años me han hecho más zorro, pero no me han impedido tener un hijo y seguir produciendo libros que nadie, desde Massera en adelante, pudo desmentir o hacer condenar por la justicia. 


Miguel Bonasso y Graciela Ledo en la presentación de 'Lo que no dije en Recuerdo de la muerte'


    Después de insultarme, Oz cae en otro lugar común: confesarme el alto grado de admiración que siempre me tuvo. “Soy de los que creció leyéndote” y me incluye en una dudosa lista con varios colegas que no tienen mucho que ver conmigo, para concluir que cambié mucho y acabé por desilusionarlo. A él, pobre, que siempre trató de escribir “sobre temas de defensa, seguridad a inteligencia” hasta convertirse en “un especialista en esas áreas”. Algo que podría confirmar si (pobre ancianito) supiera usar el google, que “no es muy complicado”. Y me desafía con esta mentira muy recurrente: “quiero que encuentres un solo artículo con mi firma que sea a favor de este gobierno, del cual vos fuiste parte”.
 

Nunca integré los gobiernos de Néstor ni Cristina Kirchner. Fui elegido diputado nacional por partidos y coaliciones que no eran ni el PJ, ni el Frente para la Victoria. No sé si a Oz le explicaron sus parientes milicos la diferencia que hay entre un funcionario designado y un diputado elegido por el pueblo.
 
Estuve, sí, en el espacio kirchnerista, con dudas y sin canonjías de ninguna especie, hasta que la Presidenta demoró la reglamentación de la ley de bosques y vetó de manera total la de glaciares. Entonces, contradicciones de carácter ético, que tuve desde el comienzo de mi relación con los Kirchner, hicieron eclosión y rompí públicamente. Esta ruptura ciertamente no tuvo un gramo de oportunismo, sino todo lo contrario: desde entonces no han parado de hostigarme y denigrarme por todos los medios. Tanto el gobierno como otros poderes, incluyendo el económico. Si me hubiera hecho el boludo, como alguna vez alguien recomendó para triunfar en la política criolla, hoy tendría un programa en el 7, otro en Encuentro, otro en alguna radio de Electroingeniería, una columna bien paga en Página 12, diario que ayudé a fundar y en el que estoy censurado. En cambio, sólo tengo mi jubilación y mis libros, lo que me permite decirle en la cara al general Milani que es un genocida y saber que no tiene ninguna carpeta sobre mí, como yo tengo sobre él y sobre muchos como él, incluyendo los periodistas alcahuetes de los servicios que en este país, desgraciadamente, son legión.

    Insólitamente Oz me atribuye después haberlo señalado como informante de Stiuso y lo contradice con cierta lógica: “si respondo a Stiuso cómo puede ser que también responda a Milani”. Debe ser su mala conciencia lo que le hace meter la pata, porque yo jamás dije o escribí que él trabajaba para Stiuso. Me parece que la relativa juventud ya no es suficiente garantía para vacunarse contra la chochera.


    Pero lo que lo pinta de cuerpo entero no son sus ataques a mi, que tengo piel de rinoceronte para aguantar cada día mi ración de mierda, sino la descalificación de Graciela Ledo, que lleva casi cuatro décadas junto a su madre, reclamando por ese muchachito de veinte años (el conscripto Alberto Agapito Ledo) que era asistente de su asesino, el entonces subteniente Gerardo Santos del Corazón de Jesús, actual jefe del Ejército en el gobierno “de los derechos humanos”.


    Hay que tener muchos ovarios para plantarse en la soledad de La Rioja, a denunciar a los represores, durante la dictadura y durante esta mediocracia plagada de sótanos nauseabundos. Dice Oz que le habló después de la presentación y ella “no supo muy bien que contestar, intentó explicar que las cosas no eran tan así y sólo me dijo que tenía dudas”. Desde su escritorio de periodista Oz se permite descalificar a la víctima, mostrarla como una provinciana titubeante, que no sabe lo que dice.  Es un clásico de este desdichado país: culpar a la víctima. Si usted es víctima algo habrá hecho. ¿Para qué averiguar si Nisman se suicidó o lo suicidaron, si se la pasaba yendo de putas?


    Al final de la 'cartita', en un golpe de efecto, Oz pretende desarbolarme tirándome “un último dato”: “mi padre biológico estuvo desaparecido, fue preso y torturado en Campo de Mayo, de eso me enteré a los 20 años”.


    No, estimado Fernando Ortega Zabala (OZ), ser hijo de desaparecido ya no es más una garantía de honorabilidad: el nieto recuperado Javier Penino Viñas, defiende a sus “padres de adopción”, el represor de la ESMA Jorge Raúl Vildoza y su esposa, Ana María Grimaldos, actualmente juzgada y encarcelada por haberse apropiado de Javier, robándoselo a su madre que murió en las mazmorras de la Escuela de Mecánica.


    Y no es el único caso, por desgracia. Así de mal anda la conciencia por estas tierras.



Miguel Bonasso
Buenos Aires, 10 de mayo de 2015


Audio de las palabras de Graciela Ledo durante la presentación del libro

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