El gobernador de Formosa, Gildo Insfrán y Cristina Fernández de Kirchner |
Su asesinato tampoco es un crimen para los encubridores a sueldo, sino una “sepsia pulmonar generalizada sumada a la abundante ingesta alcohólica”. Claro, si era indio sería tuberculoso y borracho. Por eso se murió. Pero era un ser humano que pretendía vivir y se llamaba Esteban Rolando Medina. La mafia local que lo ejecutó, dejó una señal inequívoca, el símbolo imprescindible para ser verdaderamente mafia y temida. En este caso, el lugar: fue encontrado a la vera de la ruta nacional 86, igual que su tía Norma Artaza, muerta el 12 de diciembre último. Como ella, era qom y pertenecía a la comunidad La Primavera, perseguida de manera atroz por las hordas fascistas de Insfrán, cuyo pueblo natal está muy cerca.
El Qarashe Qom Félix Díaz, que a
principios de 2013 ya sufrió la muerte de un sobrino atropellado en la ruta,
había anticipado este nuevo asesinato en una extenso alegato publicado el 31 de
diciembre: “Lo que queremos es que la justicia funcione, que nuestras denuncias
no sean un mero documento que se firma y se deja archivado hasta que haya otra muerte producto de la dilatación de la burocracia”.
En ese documento le pedía al Secretario
de Derechos Humanos de la Nación, Martín Fresneda, al CELS y a la Defensoría
General de la Nación, que se hicieran cargo de la permanente inseguridad en que
vive su familia. La respuesta, como siempre, fue el silencio. “Nos preocupa
este silencio que nos genera mucho miedo (…) Mi hijo menor ha sido atacado ayer
por varios criollos dentro de la comunidad. Le llegaron a tajear la ropa. Ahora
está asustado como el resto de mi familia”.
¿Por qué los persiguen? ¿por qué los
matan? Hay varias respuestas: ellos son los ojos de la selva, en algunos de
cuyos claros ven bajar los aviones de los narcos. Vecina del inquietante
Paraguay, Formosa es un paraíso para los políticos, los policías, los
terratenientes y los gendarmes dedicados al tráfico de personas y de
narcóticos.
Son testigos de muchos, demasiados
delitos. Y tienen el coraje cívico de denunciarlos. “Venimos haciendo denuncias
de faena vacuna clandestina y robo de madera, a criollos portando armas de
fuego…” Los que denuncian los espían. “El gendarme Murdoch nos controla y nos
hace preguntas que nada tienen que ver con la seguridad”. (Ver el informe sobre
el Proyecto X de Gendarmería en “Lo que no dije en Recuerdo de la muerte”).
En las noches recrudece el terror, los
criollos entran sin permiso en las casas de la comunidad, se pasean en moto
portando rifles, violan la ley de bosques con la tala clandestina…” El gendarme
Murdoch nos controla siempre, nos pregunta qué hacemos, qué pensamos sobre el
futuro”. ¿Qué futuro, Murdoch? ¿Qué futuro les deja este Proyecto kafkiano?
El futuro se corta de raíz para Esteban
Rolando Medina, uno de los tantos muertos que se ha cobrado la represión
clandestina del conflicto social, en esta era de “los derechos humanos”.
Se ha cortado para muchos otros qom: en
Formosa, en el Chaco, donde un bebé de siete días murió quemado en una
incubadora.
De poco le ha servido a Félix Díaz la
audiencia que el Papa Francisco le concedió solidariamente el año pasado: las
fieras de la codicia, los sepulcros blanqueados de la política y los negocios,
que se dicen cristianos, pero arrasan con bosques, animales y personas en un
capitalismo de amigos que imbéciles, camaradas de ruta o mercenarios, insisten
en considerar un gobierno del pueblo y para el pueblo. Salvo que la noción de
pueblo se reduzca a los acarreados por los punteros del PJ y no incluya a esos
indios que se van muriendo como la selva primigenia, que fue su habitat, antes
de que llegaran los codiciosos y su mugriento “progreso”. Antes de que un
sistema profundamente inhumano –que debe desaparecer de la faz de la Tierra-
recrease la esclavitud laboral y sexual en el tercer milenio.
Al dar la noticia de la muerte Félix
Díaz recreó el ambiente en el que se había producido. “Estamos muy tristes que
no tenemos acceso a la justicia, anoche hemos recibido siete disparos de armas
de fuego en varias casas en medio de la oscuridad. Los tipos andan motocross.
No nos dejan dormir. Es terrible la injusticia. Somos indígenas, luchamos para
que nos reconozcan como seres humanos, no como objeto electoral, solamente.
Tenemos derechos ya adquiridos pero no se aplican a favor de nuestra existencia
como pueblos preexistentes de este país”.
Y la terrible apelación a todos
nosotros: “Yo ya no más que hacer. Estoy muy superado. Este es un grito
desesperado de ayuda a todos los hermanos argentinos que nos defiendan de todas
estas cosas inhumanas que nos hacen”.
Por menos que esto, el 31 de marzo de
2004 los diputados nacionales votamos la intervención federal a Santiago del
Estero.
Miguel Bonasso, 5 de enero de 2015.