Mi respuesta a Bielsa



Queridos amigos, quienes lean con atención los dos capítulos de 'Lo que no dije en Recuerdo de la muerte' que le dediqué a Rafael Bielsa, advertirán dos cosas sobre las que el rosarino trampea:

1) No afirmo en ningún momento “dijo que había estado secuestrado en Funes, en Funes no estuvo, en consecuencia no estuvo secuestrado”. Simplemente reseño lo que ha salido publicado o está en el expediente judicial: primero declaró que había estado en la Quinta de Funes, en un sótano y como en Funes no hay sótano es fácil concluir que no estuvo en Funes; luego creyó haber estado en otro centro de reclusión, El Castillo, que al menos tiene sótano; en el 2006 visitó  el centro denominado La Calamita y en principio aventuró que no le parecía el lugar donde había estado. Recién en 2009 sostuvo, ya sin vacilaciones, que el lugar donde había estado secuestrado era efectivamente La Calamita. Yo no soy quien para exigirle “precisión milimétrica” a quien estuvo desaparecido. Solamente puedo decir –por haber entrevistado a decenas de compañeros- que todas las personas que pasaron por esa situación y fueron también vendados y encapuchados, supieron donde habían estado. Cuando visité la Quinta de Funes, en 1997, recordé inmediatamente el relato que me había hecho Jaime Dri. Ese sí, con precisión milimétrica.
 
En ningún lugar de “Lo que no dije” sostuve categóricamente que Bielsa no estuvo secuestrado, precisamente porque tuve en cuenta el testimonio de Susana Zitta y Viviana Nardoni, que eran compañeras de Bielsa en los tribunales de Rosario y declararon haber estado con él en La Calamita. Si yo tuviera la prueba concreta de que Rafael Bielsa fue tan miserable de inventar su secuestro lo diría con todas las letras. Lo que digo es que todos los que estuvieron secuestrados en Funes, algunos de los cuales habrían coincidido según Bielsa con él, en el otro campo, están muertos. Por la sencilla razón que me explicó Jaime Dri: el Ejército –a diferencia de la Marina- mató a todos, incluso a los que habían salido a operar con ellos.

No es fábula su estúpida frase acerca de que Galimberti me salvó la vida, diciéndole a la CIA que no me matara. En el propio libro anticipé la desmentida y le avisé que tenía un testigo para probarlo. Tampoco he fabulado lo de Susana Viau y su recibo de sueldo. Jamás osaría faltarle el respeto a Susana que era un ser moral, una ex militante de verdad y  lo consideraba –lisa y llanamente- un “agente de los servicios”. Bielsa fue funcionario público, como lo digo en mi libro durante la dictadura de Videla, la de Viola, la de Galtieri y, de yapa, en la trasandina de Pinochet.  Como esto no lo puede desmentir porque  está en su currículum oficial, inventa algo que supera el nivel de la fábula y entra de lleno en la mitomanía: el aceptó trabajar para la dictadura apenas regresó del exilio para ayudar a compañeros. Esto lo digo con franqueza ya es tomarnos por idiotas.

En aquellos años a cualquier persona que ingresaba a un puesto público se le hacía un rastreo prontuarial en la SIDE, para ver si tenía “antecedentes subversivos o comunistas”. Pero a Bielsa no, porque la dictadura era tan tonta (o tan buena en el fondo) que no quería estorbar su heroica tarea de samaritano. Por eso, aunque había estado secuestrado como montonero por el temible Segundo Cuerpo, hicieron la vista gorda y lo dejaron entrar.

No sé que le habrá dicho Kirchner de mí, ni me importa, pero es cierto que estaba disgustado porque Bielsa –que había sido elegido como diputado- pretendía irse como embajador a Francia. Frivolidad doblemente dañina porque en ese momento, con un grupo de diputados, estábamos impidiendo la entrada del torturador Patti a la Cámara. Cuando varios dirigentes oficialistas le hicieron ver que no era muy elegante irse a París retrocedió y calentó una banca sin ningún resultado patriótico que se conozca.
            
Con un argumento similar al usado en su momento por otro enemigo mío, el señor Horacio Verbitsky, Bielsa me acusa de no haber declarado en Rosario en el juicio a Guerrieri, olvidando que declaré (como consta en el expediente) y algo mucho más importante: que todos, absolutamente todos los juicios referidos a la ESMA y Funes se basaron en “Recuerdo de la muerte”, escrito por este señor, cuando los fusiles de los milicos todavía estaban calientes y él había pasado a ser funcionario de Alfonsín, como luego lo sería de Menem, Duhalde (ver Banco Provincia), De la Rúa y Kirchner.
             
Kirchner, a quien le jugó sucio con el tema de Hilda Molina, colocando las relaciones entre Argentina y Cuba en el punto más bajo desde la fecha de su restablecimiento. Para satisfacer  ¿a quién sino?  a sus patrones, que son los mismos de su íntimo amigo y socio Rodolfo Galimberti, es decir el ex jefe de operaciones de la CIA y otros agentes a los que trataron de pasarles el negocio de  los DNI, a través de Universal Control.

Como en el fondo Bielsa es un ignorante, no recuerda el consejo de Walsh: cuando vas a polemizar con alguien tenés que mantener ocultos en los cajones el 75 por ciento de los datos, para usarlos en el momento oportuno.

Bielsa dice que ha judicializado esta polémica. Excelente. Ardo en deseos de concurrir a Tribunales y abrir los cajones para que emerja la parte sumergida del iceberg.

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