Miguel Angel Pichetto, jefe del
oficialismo en el Senado, desechó de un carpetazo 89 de los 90 proyectos de ley
votados al vapor en Diputados y solo dejó para discutir y aprobar el que de
verdad le interesaba al cristinismo postrero: la creación como empresa estatal
de Yacimientos Carboníferos Fiscales (YCF). Los proyectos referidos a la nacionalización del Hotel Bauen y otros
que se habían esgrimido como señuelo para obtener el quorum de diputados de
izquierda, porque eran (al menos así decían) en “defensa de los trabajadores”,
fueron drásticamente descartados. Pertenecen al reino de la ficción y no de la
realidad política.
Cuando
critiqué el quorum dado al oficialismo para tratar el paquetazo de leyes,
argumentando que era imposible estar en condiciones de votar en un solo día 90 proyectos
de ley, recibí toda clase de insultos o comentarios paternalistas de “tristeza
y desilusión” por parte de los 'amigos' de las redes sociales.
Uno de esos
“amigos” –institucionalmente ignorante- tuvo el tupé de preguntarme si yo no
hubiera dado quorum en una sesión donde se hubiera tratado, por ejemplo, la ley
de glaciares. Esa ley, mi estimado, costó un inmenso esfuerzo político para
arrancarla del veto total de la Presidencia, volverla a tratar en comisión y
conseguir incluso una pata oficialista para meterla en el Senado. Esa “pata”
fue el senador Filmus, a quien le gané enérgicamente un debate en televisión y
me llamó para llegar a un acuerdo y sacar una ley que de verdad protegiera a
los glaciares de la megaminería. Proposición que acepté de inmediato, a pesar
de venir de un adversario político, con la condición de que el texto que resultara
de ese acuerdo fuera más y no menos restrictivo que el mío original. Aún con
ese acuerdo, hubo que dar una lucha feroz en ambas cámaras para torcerle la
mano al veto presidencial, batalla parlamentaria que se extendió durante un año
y medio. Eso se llama “hacer política”. Darle quorum al tratamiento vertiginoso
de 90 leyes, donde va escondida una sola que es la que verdaderamente le
interesa al gobierno saliente es, en el mejor de los casos, una insensatez.
Para colmo de
males, este proyecto que será ley por la voluntad de Pichetto y los senadores
oficialistas, muestra una vez más el desprecio sempiterno que el kirchnerismo
ha tenido por la cuestión ambiental. Darle manija a Yacimientos Carboníferos
Fiscales, cuando la conferencia internacional de París sindica al carbón como
“el” combustible fósil que más ayuda al calentamiento global; cuando en China
se produce una emergencia ambiental por el uso del carbón, parece estúpido sino
fuera además, inmoral, porque solo sirve a los intereses parciales de la
Presidenta en su “lugar en el mundo”.
Y esto no es
ayudar a Macri, como creen algunos kirchneristas por convicción o por
estipendio, sino intentar dotar de lógica a la política argentina.
Me pregunto
entonces: ¿Hasta cuándo el candor de algunos y la deshonestidad de otros
impedirá analizar racionalmente los problemas políticos e institucionales?
¿Hasta cuándo el insulto reemplazará la argumentación y el imprescindible
debate democrático?
Miguel Bonasso