En Lo que no dije en "Recuerdo de la muerte"
Miguel Bonasso no reconoce autocensura alguna. Por el contrario, da
cuenta de aquella información surgida después de publicado el libro que
se transformó en un fenómeno de ventas y crítica. A treinta años de esa
obra fundamental, Bonasso se interna otra vez en los sótanos del
"Criptoestado" "el territorio oculto en el que se gestó la última
dictadura y que sigue vigente en democracia" donde se mueven espías y
asesinos, miembros de una célula dormida dispuesta al crimen individual o
social cuando fuera necesario.
Si Recuerdo de la muerte es una novela basada en hechos reales, Lo que
no dije es un libro de relatos igual de apasionantes y reales, aunque a
menudo parezcan ficciones.